Días 6-7-8
Son días relativamente cómodos. Las dos primeras tardes tomo Ibuprofeno y el efecto antiinflamatorio es evidente. Mi pene empieza a parecer un pene, con el edema disminuyendo día a día, aunque sigue molestándome al contactar con el glande. Tras varios días de preocupación encuentro una auténtica progresión. Llego incluso a prescindir de la gasa externa para andar por casa. El glande está ya muy desensibilizado y no duele como antes. Eso sí, ha pasado por unos días en los que parecía tener la piel escamada, igual que unos labios expuestos al frío. Supongo que será el famoso reforzamiento de piel propio de los circuncisos.
Estoy tan ilusionado que el 7º día decido intentar dormir sin gasa ni venda. No es una decisión acertada. El pene no está muy sujeto, se mueve y roza con la pierna y sábanas. La pereza me impide levantarme y enrollarme la venda, así que entre sueños decido aguantar en la cama. Al final resulta ser una de las peores noches, y prácticamente no duermo nada. Por la mañana me levanto con un fuerte escozor en la parte dorsal, en la zona cercana al prepucio. Me miro y tengo la impresión de que se ha saltado buena parte de los puntos. En concreto, veo la piel del pene separada por un surco de la piel rosácea del glande, y no distingo los puntos entre ambas. Me empiezo a preocupar. Esa misma mañana vuelvo a urgencias para salir de dudas. Respiro aliviado cuando el médico de guardia me dice que sí están los puntos, pero adheridos a la piel y por eso cuesta distinguirlos. Más tarde me enteré que es frecuente que la línea rosa no acabe exactamente adosada a la piel del pene, dando lugar a una especie de cicatriz característica que puede tratarse con pomadas a largo plazo. Hoy mismo prescindo de la venda interna, y solo me coloco la gasa externa. Sin edema ni preocupaciones, empiezo a pensar que he pasado la peor parte del post-operatorio.